En la antigüedad, en las primeras ediciones de un texto, el editor solía apoyarse en un único manuscrito, que luego él mismo modificaba según su punto de vista, sin hacer comparaciones con otros textos similares.
La inclusión de un aparato crítico dentro del texto es muy ventajosa, ya que a través de él se puede evitar la agotadora tarea de citar de forma textual las palabras de un autor, del que solo requerimos una comparación de forma indirecta. Las citas que se van realizando en un libro, deben ir numeradas en forma correlativa para mantener un orden. Hay escritores que optan por seguir una numeración individual para cada capítulo, y otros que prefieren continuar la misma numeración a todo lo largo del libro.
Las citas o notas pueden aparecer: al pie de cada página, al final de cada capítulo, en este caso, la numeración debe ser retomada obligatoriamente al comenzar cada uno y al final del texto, posterior a las conclusiones, pero antes de los anexos, sin importar el sistema de numeración practicado.
Además de esto, el autor tiene la posibilidad de colocar comentarios y acotaciones a lo que está tratando; él podrá hacer observaciones que considere oportunas, éstas servirán para esclarecer posibles confusiones; para mandar al lector a ciertas fuentes de información, para referirse a algunos fragmentos complementarios, etc.