Se encuentra en la llamada Vía Sacra, la calle principal y más importante de la antigua ciudad imperial, que unía el Capitolio con el Coliseo, y en cuyo entorno se agruparon los edificios más notables de la época, entre templos y palacios .
El motivo de la construcción del Arco de Tito fue la conmemoración de las victorias del emperador Tito Flavio Sabino Vespasiano, hijo del también emperador Tito Flavio Vespasiano. Después de asediar y conquistar Jerusalén, en el año 70, momentos en que su mítico Templo de Salomón fue saqueado y destruido por las tropas romanas cuando quemaron la ciudad.
En la Edad Media, el arco se convirtió en parte del muro que rodeaba a Roma, siendo una de sus puertas de entrada. Este hecho y el paso del tiempo llevaron a un gran deterioro, perdiendo parte de sus relieves y conservando solo el arco central.
En el siglo XIX, con la llegada del Papa Pío VIII y el espíritu de renovación de los edificios y monumentos clásicos de la capital, la restauración del arco fue confiada a los arquitectos Raffaele Stern y Giuseppe Valadier, que llevaron a cabo el trabajo de recuperación de el año 1818 a 1821, volviéndolo a su forma original, reconstruyendo los lados que faltaban en la roca de travertino y no en el mármol como lo fue en su origen.
El Arco de Tito tiene unas dimensiones de 14, 50 metros de altura, 13, 50 metros de ancho y 4,75 metros de profundidad. Su estructura de mármol es simple y consta de dos pilares en los que se levanta una bóveda de cañón, que están decoradas con dos columnas cada una y ventanas ciegas.
Lo más destacado del Arco de Tito son los relieves con los que está esculpido. Así, en el arquitrabe se representa la victoria de Vespasiano y Tito sobre los judíos.