La palabra átomo proviene del griego y significa que no se puede dividir. Anteriormente, los atomistas lo definían como la partícula más pequeña, al mismo tiempo que lo consideraban extenso e indivisible y de lo que están conformadas todas las cosas. Igualmente, estos mantenían la idea de que el mundo está compuesto de dos cuerpos fundamentalmente opuesto; átomos y vacío, siendo el último una negación del primero, es decir la nada.
La teoría del atomismo indica que los átomos son inmutables y viajan por el vacío formando diferentes combinaciones las cuales se convierten en sustancias, por lo que éstos se pueden llegar a tratar como bloques de construcción muy pequeños al mismo tiempo que son indestructibles. Gracias a su definición en griego, todas las cosas que llegan a ser indivisibles o no se pueden cortar, se puede decir que es atómico.
Durante el siglo XIX, físicos y químicos crearon una teoría en la que demostraban la existencia de ciertas partículas que eran parte de toda una sustancia y, manteniendo la tradición, las nombraron átomos. Sin embargo, a inicios del siglo XX descubrieron que estos “átomos” estaban compuestos de entidades más pequeñas a las que llamaron electrón, neutrón y protón. Otras investigaciones y experimentos, mostraron que hasta un neutrón puede ser dividido en partes más fundamentales llamadas quarks.
Estos estudios dejaron las puertas abiertas a las investigaciones pertinentes en búsqueda de la partícula indivisible de la que tanto hablaban los primeros atomistas, que no puede ser confundida con el átomo del que se habla en la química.