Estos personajes datan desde la instauración de Roma, su organismo correspondía a uno de los cuatro celebres institutos sacerdotales de la Roma Antigua; su cargo era oficial, sin embargo además existían augures particulares. Solamente se les era permitido consultar a los augures oficiales a aquellos denominados como magistrados y en recintos especiales; el puesto oficial era indefinido o perpetuo, coincidente con magistraturas u otros tipos de cargos eclesiásticos. Contaban para su oficio con dos tipos de escritos que eran de comentarios y rituales, de los cuales los primeros recopilaban resúmenes de las actuaciones y los segundos incluían formulas fijas.
Existían dos tipos de augures, los que consultaban a las deidades por medio de diferentes rituales; y aquellos que interpretaban las manifestaciones de dichas deidades mediante la observación. El hombre a lo largo de su vida a tratado de conocer lo que le depara el destino; y específicamente en el caso de los augures, la adivinación del futuro se desarrollaba a través de la observación y percepción de la naturaleza misma o de los diferentes fenómenos que participaban en ella, tales como el vuelo de las aves, la dirección del viento, la posición de los mamíferos, entre otros.