La bancarrota se caracteriza por: un estado de insolvencia constante a lo largo del tiempo, insolvencia tan grande que resulta insalvable, insolvencia generalizada, distinta a la suspensión de pagos.
En países como los Estados Unidos, el proceso de bancarrota accede modificar sus pasivos, sin que para ello, deba reemplazar su equipo gerencial; la claridad del proceso hace posible el ahorro de trámites en la corte, ya que se puede acordar con los acreedores los términos de la reorganización. En los demás países la situación de bancarrota puede acarrear consecuencias mucho más adversas para el deudor, esto dependerá de las leyes de cada país, la cual podría incluir la suspensión de la personalidad jurídica, inclusive un castigo penal.
Las causas más comunes que pueden llevar a una empresa o persona natural a la bancarrota pueden ser: malas inversiones, equivocadas decisiones comerciales, derroche de las ganancias, no haber invertido en los momentos adecuados, pésimas gestiones empresariales, falta de planificación, entre muchas otras.
Entre las consecuencias que implica para una persona natural o jurídica declararse en bancarrota se encuentran: el deudor queda incapacitado para manejar sus bienes, la administración de los mismos quedarán a cargo de un ente interventor judicial quien se encargará en su momento, de liquidar estos bienes a fin de cancelar a los acreedores.
Las deudas a plazo pendiente se vuelven vencidas y rápidamente exigibles. Los acreedores no pueden ejecutar de forma particular al deudor. Se le otorga al deudor el derecho de solicitar alimentos al grupo de acreedores.