En un principio las iglesias destinadas a las principales células de la iglesia no tuvieran características que las diferenciaran de las demás. Sin embargo, en el siglo IX, las dimensiones y la estructura de las mismas adquirieron propiedades que las distinguían de las demás, coincidiendo esto con el auge del arte gótico típico de los siglos XIII, XIV, XV. A partir de esto, la grandiosidad con la que se edificaban hacía que la ciudad en donde se ubicasen adquiriera prestigio, por lo que los artistas se esforzaban cada vez más para plasmar magnificencia en sus obras. Durante esta época, se impartían clases de teología, latín y gramática; esto marcó el origen de los estudios catedralicios, que pronto evolucionarían hasta convertirse en las universidades.
Es preciso mencionar que, las diócesis, es una de las unidades en las que se agrupan cada una de las células que componen los templos sagrados de la religión cristiana; la organización se establece de la siguiente manera: un templo o iglesia pertenece a una parroquia; ésta, a su vez, pasa a formar parte de un decanato o, bien, de un arciprestazgo; en grupos, estos pasan a formar una diócesis; luego se conforman las provincias eclesiásticas, que son administradas por una archidiócesis. Para las diócesis, se dispone de un obispo, el hombre que se encarga de transmitir cada uno de los conocimientos que tiene sobre la fe en la catedral para él dispuesta. Esta organización tiene su origen en la Antigua Roma, aunque para entonces tenía un fin estrictamente político.