La acción de cohibirse, en un caso igualmente desfavorable, puede ser la limitación del comportamiento debido a la constante experiencia de temor o vergüenza, especialmente ligadas al pensar de la colectividad que observa al sujeto. Con moderación, puede resultar un acto de prudencia, de respeto para con los que se encuentran en el mismo espacio y una sutil manera de mantener las reglas sociales. Sin embargo, cuando esta se hace presente en situaciones en la que sería difícilmente necesaria y puede perjudicar, en gran medida, a quien lo pone en práctica, puede que este empiece a tornarse una conducta lasciva y constante, que es capaz de desembocar en cuadros como la ansiedad social, diagnóstico en el que el individuo se considera incapaz de afrontar situaciones relacionadas con el ambiente social.
Cabe destacar que, normalmente, este concepto se relaciona con la inhibición, acto en el que una persona impone a otra ciertas reglas bajo las cuales debe comportarse. Esta se diferencia de la cohibición porque, esta última, proviene desde un mecanismo interno, producto de inseguridades y frustraciones.