El uno más común que se le da a la criogenia está asociado a los elementos de superconductores, que, bajo ciertas circunstancias, obtienen desplegar la conducción de la corriente eléctrica sin aguante y sin que se registren disminuciones de energía. Para que se cree la superconductividad, es preciso obtener temperaturas muy bajas, son menores a los -138 ºC. La criogenia, en este cuadro, accede a que los imanes superconductores de los aparatos de resonancia magnética atómicos se conserven a la temperatura que precisan.
A través del uso de métodos mucho más desarrolladas es viable alcanzar temperaturas aún más contiguas al cero absoluto del ordenanza de la milésima de kelvin, congeladores de disolución y desmagnetización adiabática. Las sistemáticas tienen su principal estudio en el campo de la investigación, pues a temperaturas adecuadamente bajas los bienes de la mecánica cuántica se hacen distinguir en cuerpos macroscópicos.
La criogenia también es una técnica aplicada en los procesos de congelación de alimentos. A través de la aplicación de dióxido de carbono o de nitrógeno, es viable congelar los productos alimenticios para poder mantenerlos y conservarlos.
En el ámbito de la biología, se utiliza la criogenia para almacenar los embriones para luego ser usados posterior, lo que ocurre igualmente con los óvulos, el esperma e incluso los tejidos.
Con repetición se llama erradamente criogenia a la criopreservación o criónica , que es el grupo de técnicas implementadas para preservar, manipulando muy bajas temperaturas, en personas legítimamente muertas, o animales, para una viable reanimación, cuando la tecnología y la ciencia del futuro logren corregir toda enfermedad y restituir el daño debido al procedimiento de criopreservación.