La psicosis posee una serie de síntomas que pueden ayudar al diagnóstico de la enfermedad. El delirio es uno de ellos. Se trata de una experiencia en la que, un individuo, vive con determinadas creencias irreales, que pueden tener, según el paciente, un efecto importante en su vida. Es considerado como propio de la psicosis, siendo posible encontrarlo en padecimientos derivados de la misma, como la esquizofrenia o la depresión con síntomas psicóticos. Aunque, en algunas ocasiones, profesionales prefieren referirse al delirio como la “fiebre” de las enfermedades mentales, no se puede emitir un juicio exacto, puesto que se presenta en muchas enfermedades psicológicas, es decir, resulta ambiguo.
Los delirios deben cumplir con tres requisitos: estar sustentado por diversas creencias “lógicas”, basadas en una estructura simple; ser incorregible, un hecho que se evidencia con las propias vivencias de la persona; además, ser inadecuado para el entorno en el que se mueve el sujeto. Es posible identificarlo, asimismo, por cómo fue obtenida la “creencia que debe mostrar al mundo” o “la verdad que ha de ser revelada”, ya que no se considera suficientes las afirmaciones que hace la persona. A pesar de que se demuestre que sus convicciones no se establecen en la lógica, los pacientes seguirán afirmándolas y tratando de hacer que otros también las crean.
La clasificación clásica de los delirios, propone dividirlos en dos grandes grupos: los delirios impositivos, cuya característica más resaltante es la de la búsqueda constante de otros individuos que apoyen sus afirmaciones, y los delirios defensivos, en los que se opta por alejarse el entorno social, aislándose por completo.