La pérdida de un empleo, el fracaso en el matrimonio, el cierre de un negocio, etc. Son considerados como derrotas. Pero como se le llame, resulta insignificante, ya que lo que realmente marca la diferencia es el significado que se le otorgue a esa palabra. Se puede pensar que la derrota es no poder lograr los objetivos propuestos, ya sea porque resultan inalcanzables o porque alguien lo ha hecho mejor que tú. Sin embargo, se podría simplemente considerar que lo que se está viviendo, es una forma que tiene la vida de prepararlos, transformándolos en más fuertes, para así poder enfrentar el logro de un objetivo mayor.
Aquella persona que nunca ha sufrido una derrota es porque nunca ha luchado por nada, sino que más bien se ha mantenido en su círculo de confort y comodidad.
El mundo se encuentra en continuo movimiento, no solo la tierra, sino también todo lo que ella encierra se mueve; lo que quiere decir que la derrota no es una situación definitiva, no es el final, ni el comienzo de nada.
Es muy importante que las personas piensen que una derrota siempre termina por abrirles las puertas a futuras victorias. Ya que si todas las personas se rindieran ante el primer fracaso, no existirían entonces los derechos humanos, ni la democracia, ni la libertad de expresión.
Puede que las cosas algún día no salgan como las personas quieren, pero aquellos que por lo menos lo intentaron, tienen la esperanza de que todavía existe el día de mañana para volver a pelear. No es malo llorar las derrotas, esto sirve para curar las heridas; así como las heridas físicas terminan por cicatrizar, las derrotas representan experiencias que brindan una enseñanza que se debe mantener siempre en la mente de quien la sufre.