Cada rama regula a otra, priva su crecimiento de poder, para así prevenir que alguna adquiera responsabilidades que no se relacionan con su campo de interés.
Universalmente, el poder es dividido en tres partes: el Poder Ejecutivo (encargado de la administración generalizada del país), el Poder Legislativo (institución a cargo de la aprobación a rechazo nuevas leyes) y el Poder Judicial (su principal función es la de administrar los procesos jurídicos); a pesar de esto, en algunos países se han implementado nuevos poderes, para concentrarse en problemas más específicos.
La teoría moderna la propuso Montesquieu, en su obra Del espíritu de las leyes, basándose en las descripciones de antiguos filósofos del sistema político de pueblos como el romano o el griego.
En el siglo de la ilustración, el Estado se veía como un ente, cuyo fin era el de proteger al hombre que había decidido, por propia voluntad, llevarlo al poder, aunque esto significara dañar la integridad o los intereses de otro hombre que contribuyó, así mismo, a su ascensión al poder. De esta corriente, por la gran influencia que poseía, surgió la idea de adoptar este sistema de gobierno caracterizado por la división de facultades. Sin embargo, los países se adaptaron a este cambio de manera distinta, de acuerdo a sus costumbres.
