En el desarrollo de su concepto, Platón explica como el alma es la parte divina del ser; lo que realmente le hace un ser humano. Esta tiene una cualidad inmutable, es decir, no es modificada, de ninguna forma, por las andanzas en las que se encuentra el cuerpo y es inmortal. El cuerpo, por su parte, desde el nacimiento es considerado como mutable, es mortal; a este se le atribuyen todos los males (o que solían ser considerados como males en la época clásica), tales como los enredos amorosos, la ignorancia, las enemistades y las peleas.
El alma, por su parte, consta de al menos tres secciones, llamadas alma intelectiva o logistike, que se encarga de equilibrar y regular las funciones de las demás secciones considerándose como la suprema e inmortal (a diferencia de las otras dos); el alma irascible o thynmoeides, es aquella que se “lleva en el corazón”, y que se encuentra definida por virtudes como el honor, el valor y la fuerza; por último, el alma concupiscible o epithymetike, es aquella que se encarga de las funciones y ciclos básicos del organismo, para que el ser pueda subsistir.