El egoísmo invita a utilizar las cosas a su alrededor siempre a beneficio propio y cuidando sus propios intereses, sin importarle las personas o aquello que se pueda ver afectado por su acción.
Es así, cómo el egoísmo como antivalor, representa la contraparte del altruismo, que representa el sacrificio que hace una persona de su propio bienestar, para beneficio de las demás personas.
Además, también se opone a los valores del compartir, la solidaridad, la amistad, siendo estos seguidores del interés por el bienestar común, es decir, el propio y el de todos aquellos que le rodean.
Aquella persona egoísta deja a un lado los gustos, opiniones, intereses y hasta las necesidades del prójimo, lo que dificulta en muchas ocasiones la buena relación con los demás que se ven afectados por el egoísmo de la misma.
Existen varias perspectivas del egoísmo. En primer lugar se encuentra el egoísmo racional, que es aquel en el que el individuo obra siempre a su conveniencia, dejando a un lado el sentido común, al pasar por encima de los demás, para cumplir sus propios objetivos.
En segundo lugar está el egoísmo ético, donde la persona presta “ayuda” a otras personas, motivado únicamente por el interés de obtener algo a cambio, que lo beneficie y por ende pueda sacarle provecho a la situación
En según lugar está el egoísmo definido por la biblia, que lo presenta como el antivalor de la humildad, al decir que éste se opone al amor al prójimo, que se predica en la fe cristiana.
Finalmente, está el egoísmo definido por la psicología, que habla de que el egoísmo representa aquella conducta de auto interés y puede desencadenar el egocentrismo, que es cuando alguien es incapaz de ponerse en los zapatos de los demás y la conducta asocial, que es aquel desinterés por el entorno y la integración a una vida social.
Desde cualquier punto de vista, el egoísmo representa conductas, pensamientos y un sentimiento negativo.
