La mayoría de los especialistas en psicología consideran que dar y recibir elogios, puede ser saludable ya que ayuda a mejorar la autoestima.
Por ejemplo, una persona inicia labores en una empresa y luego de la primera semana recibe felicitaciones y elogios por parte de sus supervisores, esto le servirá de motivación para continuar realizando una excelente labor. Lo mismo sucede con los niños, si los padres (cada vez que sus hijos sacan buenas notas o se destacan en cualquier otra actividad), se dan a la tarea de enaltecer su trabajo y su esfuerzo, estos niños se sentirán mucho más confiados y motivados a continuar ejerciendo sus actividades de forma eficiente.
Existen personas, que utilizan las alabanzas para tratar de conseguir un beneficio, a estas personas se les conoce como aduladoras y por lo general sus elogios no son del todo reales, simplemente los dicen para sacar provecho de ello. Por ejemplo, un empleado comienza a elogiar el vestuario de su jefa, de lo bella que esta esa mañana (aunque en realidad la señora está vestida horrible), solo para conseguir un permiso para salir más temprano.
Es importante mencionar que tanto el exceso de elogios como la falta de ellos pueden ser contraproducente para el individuo. Cuando alguien recibe todo el tiempo elogios y más elogios, puede terminar convirtiéndose en un ser engreído y creerse superior a los demás; mientras que si no recibe nada de elogios, sentirá que lo que hace no tiene mérito alguno y su autoestima terminara por caer. Por lo tanto se debe mantener un sano equilibrio entre ambos.