Por lo tanto, filosofar es el acto de pensar, consecuentemente no es una actividad que requiere instrumentos, técnicas o muestras, sino la habilidad del individuo para contemplar e interpretar la realidad y de ahí emitir un argumento o una opinión.
La capacidad de asombro muestra el origen del filosofar, es decir, la mirada de sorpresa de alguien que no observa la realidad desde el punto de vista de la rutina sino que hace preguntas, intenta reflexionar sobre la causa de todo lo que existe, la razón por la cual , el significado de la vida, el valor del amor y la amistad, la búsqueda de la felicidad, el miedo a la muerte, la posibilidad de la existencia de Dios.
Cuando alguien filosofa hace preguntas y quiere encontrar certeza. Problemas que ayudan a la persona a autorealizarse ya que la excelencia del conocimiento brinda la perfección. Sin embargo, la duda también está en el origen de la filosofía. El deseo de filosofar muestra el propósito de ir más allá de lo evidente evitando la superficialidad de las cosas para llegar a lo profundo, lo que es invisible a los ojos.
El filósofo es contemplativo de la misma manera que la ciencia es neutral. Los filósofos se limitan a interpretar la realidad. Sin embargo, filosofar es una actividad sin suposiciones. La mirada religiosa mira al mundo porque cree en ver a Dios o la manifestación de cualquier otro poder que no sea el humano. La mirada científica está mucho más hipotecada que la religiosa, porque agrega, a los supuestos necesarios sobre un objeto, los referidos a sus instrumentos. Frente a estas miradas, está la del filósofo, que tiene un solo ojo: el de la razón y la facultad de ver: pensar.