Esta teoría era basada en los movimientos circulares de los planetas, siendo denominados como epiciclos. Existían otros principios teóricos que acompañan esta creencia como la finitud del Universo y el mundo divido en dos esferas distintas (esfera sublunar y esfera supralunar). A pesar de no ser una teoría admitida por los científicos y aún hoy dicha creencia la mantiene algunos investigadores extravagantes, todavía se pregunta, cuál fue el motivo de su aceptación a través de todos esos años, 20 siglos específicamente.
Para ese entonces se pensaba que la tierra no se movía y que a su vez ocupaba todo el centro del Universo. Partiendo de que el hombre era el centro de la creación en la humanidad, se podría concluir que por ende la tierra también lo era lo cual resultaba un tanto lógico, esta teoría era llamada Antropocentrismo y era el complemento del geocentrismo, siendo incluso aceptadas por el Cristianismo. Dichas explicaciones fueron perdiendo fuerza en la antigüedad cuando Aristarco de Samos presentó sus hipótesis las cuales fueron rechazadas por la iglesia.
En el siglo XV Copérnico y sus investigaciones fueron los que finalmente debilitaron la teoría del geocentrismo, la cual fue llamada «La Revolución Copernicana» ya que las investigación presentada por éste sobre los movimientos planetarios fueron los que determinaron la aportación de otros astrónomos en la teoría Heliocéntrica. Entre los aportes más conocidos se encuentran Tycho Brahe quien observó las esferas de la Luna notando que éstas no eran inmutables demostrando que algunos datos del geocentrismo eran completamente erróneos, además de contar con las Leyes de Kepler introduciendo los movimientos planetarios basándose en las órbitas elípticas vistas desde un telescopio y las observaciones de Galileo para así poner fin a la teoría del geocentrismo.