Lo más resaltante, sin embargo, reside en el simple hecho de que la comida puede cambiar en el estado físico de una persona y que el exceso de esta, puede ocasionar que el afectado no ayude al prójimo como debería. Dentro de lo que cabe, el desperdicio de los alimentos también es una forma de pecar, porque los alimentos, según lo enseñado por las doctrinas cristianas, es un regalo de Dios y el despreciarlas es una acción dudosa; algo similar es el privar a otros de los alimentos que necesitan para poder vivir cómodamente. De igual forma, el comer comidas lujosas cuando no se pueden costear, también es una manera de cometer faltas, pues, no permite que se preste ayuda económica a quien lo pueda necesitar o a la iglesia.
Así mismo, la gula está dispuesta para que el ser humano mantenga su moral intacta, al igual que su cuerpo. El desequilibrio podría interferir en su comportamiento espiritual, por lo que podría no cumplir con las tareas encomendadas de manera satisfactoria.