De acuerdo a esa cualidad el huevo no solo está presente en las dietas basales, es decir sin ninguna restricción por alguna enfermedad, sino también que se encuentra dentro de la dieta terapéutica o dieta modificada por una patología crónica que posea el paciente; el huevo debe ser consumido en mayor proporción en las etapas de crecimiento (gestante, lactante, adolescente) y vejez ya que provee los nutrientes necesarios para los cambios que se produce en el cuerpo dentro de estas etapas de la vida. El huevo está compuesto un 40% por la yema (amarilla) que es rica en lípidos y 60% por la clara que está compuesta por albúmina, se considera como ración ideal para el día: 2 huevos que son un total de 100 g.
El huevo debe consumirse en su totalidad ya que sus nutrientes se encuentran dispersos en sus dos compartimientos (yema y clara) de forma heterogénea, existiendo mayor concentración de proteínas en la región clara como se había mencionado anteriormente, convirtiéndose en la ovoalbúmina crucial para el buen funcionamiento del cuerpo humano, la yema por su parte está compuesta por lípidos en su mayor proporción pero no debe ser eliminada de la dieta ya que tiene alto contenido de minerales y vitaminas que el cuerpo no puede sintetizar por sí solo y debe adquirirlo en la dieta. Es importante acotar que las proteínas provenientes del huevo se comportan como fácilmente digeribles lo que las hace muy útiles dentro del organismo, por lo cual se tabula en el puesto 94 de los 100 alimentos que poseen un gran aporte biológico.