Actualmente, la intimidación no es legal porque genera distintos traumas en el individuo que los enfrenta, como la introversión o la paranoia. Aún así, hay muchas personas que se atreven a infundir miedo en otras por distintas causas. El acoso y la coerción están estrechamente relacionados con la intimidación, pues el individuo que intimida busca obtener beneficios de sus acciones, además de imponer una especie de castigo inconscientemente y, si sus acciones son repetitivas, se puede considerar acoso.
La intimidación se puede dar en cualquier circunstancia y lugar, normalmente se pueden desarrollar en los ambientes de estudio, trabajo y hogar. En el ambiente escolar se le suele llamar “Bullying”, un término inglés que hace referencia al acoso vivido por estudiantes y que son ocasionados por compañeros. En el ámbito laboral se le llama “mobbing”, y tiene como propósito crear desánimo en algunos trabajadores. La intimidación en el hogar se presenta en las familias disfuncionales, en donde hay una figura autoritaria que, en algunos casos, intimida debido a problemas externos, lo que se puede convertirse en violencia doméstica. También se puede apreciar en Internet y redes sociales, lo que puede ocasionar diferentes conductas depresivas en las personas que sufren este tipo de intimidación.
Los móviles que motivan a los individuos a cometer este tipo de actos son muy diferentes; la mayoría quiere extraer algún provecho que los beneficie de manera importante, al igual que las personas que hallan algún tipo de satisfacción provocando en una persona un sentimiento de temor.