Esta organización surge en 1947, una vez finalizada la segunda guerra mundial, transformándose en una entidad dedicada a fomentar la creación de normas y regulaciones de carácter internacional para la elaboración de todos los productos, a excepción de aquellos pertenecientes al área de la electrónica y la electricidad. De esta manera se garantiza calidad en todos los productos aunado al respeto por las políticas de protección ambiental.
En la actualidad la ISO tiene su sede en Ginebra, Suiza y cuenta con delegaciones de diversos gobiernos y otros entes similares. Sin embargo, y a pesar de su alta influencia a nivel mundial, el acatamiento de estas normas es de manera voluntaria, ya que la ISO no tiene poder para imponer sus regulaciones.
Las normas ISO abarcan diferentes aspectos de la producción y el comercio, algunas de ellas son: las que regulan las medidas de papel (ISO 216), los sistemas de calidad (ISO 9000, 9001 y 9004), gestión medioambiental (ISO 14000), los nombres de lenguas (ISO 639), entre otras. Todas estas normas sirven de guía, por lo que en la actualidad su utilización es cada vez mayor y existe un gran interés por parte de las empresas en ellas, ya que desde una perspectiva económica representan una reducción en el coste, tiempo y trabajo.
El objetivo de estas normas es poder estandarizar el proceso productivo de los productos que se fabriquen en cada uno de los países a nivel mundial, de tal manera que cada uno pueda compararse entre sí.
Para las industrias, el poder contar con una certificación ISO, le permite mostrar que están acatando con lo establecido por los acuerdos contractuales, mientras que para los consumidores esta certificación, les permite reconocer cuales son los productos o servicios que cumplen con los requisitos y cuáles son los proveedores más confiables.