El Japonismo comenzó con la llegada de las impresiones japonesas, llamadas ukiyo-e, en París. Específicamente, ukiyo-e es la técnica del grabado policromado, que se caracterizó por la captura de escenas espontáneas, algo que fascinaría a los artistas impresionistas franceses.
En estas escenas, la figura de la geisha jugó un papel considerable, así como en otras manifestaciones artísticas como la literatura o la ópera. De la misma manera, es notable la representación de actores de kabuki (forma de teatro japonés), luchadores de sumo, chonin (burguesía japonesa) o samurai.
Debe tenerse en cuenta que a mediados del siglo XIX, Japón abrió sus fronteras para el intercambio comercial, lo que facilitó la llegada del arte japonés en Occidente. Las exposiciones universales que ocurrieron en ese momento, como la de Londres en 1862 o la de París en 1867, ayudaron a su difusión. En esta última exposición, la selección japonesa fue una revelación para Morris y su alumno Arthur Lasenby Liberty, quien luego fundaría una tienda de decoraciones con base en objetos de Lejano Oriente.
Con esta exposición, el arte del Japonismo se consolidaría. En 1868 la revista La Vida Parisina publicó un artículo sobre «la moda del japonismo» y, un año más tarde, Ernst Chesnau publicó un libro dedicado exclusivamente al arte japonés: L’art Japonais.
Otro medio de difusión del japonismo altamente efectivo fueron las revistas ilustradas que acompañaban sus textos con grabados y fotografías. En 1888, Samuel Bing fundó la revista de arte Le Japon Artistique, creada en un momento en que el japonismo se extendia masivamente y la gente exigía más información sobre este movimiento. Dos años más tarde, Bing organizó la primera gran exposición retrospectiva de ukiyo-e en la Escuela Nacional de Bellas Artes, cuando ya había grandes coleccionistas de grabados japoneses, como Monet.
Sue-Hee Kim Lee, responsable de un excelente trabajo de investigación sobre la influencia del arte extremo oriental en España a fines del siglo XIX y principios del XX, sostiene que entre los objetos artísticos que llegaron a Europa, los grabados japoneses se convirtieron en el objeto más apreciado y coleccionado por los literatos y artistas, debido a la curiosidad por una civilización diferente o por las diferentes técnicas o temas de la pintura occidental. Juan Ramón Jiménez, un conocedor de los grabados de Utamaro, habló de ellos como la pintura de paisajes anémicos, de interiores descoloridos con figuras aplastadas.