Los oráculos eran de vital importancia en el mundo griego; dado que la religión era parte fundamental de la vida cotidiana, a las personas les interesaba poder saber la voluntad de los dioses y cómo incurriría ésta en su fatum (destino). Es bastante conocido cómo los reyes o figuras de importancia política consultaban a los oráculos antes de grandes eventos, para, dentro de sus posibilidades, tomar las decisiones más prudentes. Claro está, sin embargo, que en su condición de mortales no podrían evitar las circunstancias que estarían por enfrentar. Los sacerdotes y sacerdotisas, de igual forma, solían entregar los mensajes de los dioses con un lenguaje lleno de simbolismos, lo que dejaba un libre espacio a la interpretación.
De entre los oráculos más conocidos en Grecia, caben destacar: el oráculo de Delfos, el más conocido de todos y que se ubicaba en el santuario Delfos, dedicado al Dios Apolo; el oráculo de Olimpia, ubicado en la antigua ciudad de Olimpia, en el santuario de Zeus; por último, el oráculo de Dódona, ubicado en Epiro, entre las montañas, bajo un roble sagrado.