Concretamente, la oratoria nace en Sicilia, Grecia, con los logógrafos, unos selectos hombres que se encargaban de redactar los discursos que se darían en los tribunales. Cabe destacar a Lisias, uno de los logógrafos más conocidos de la época. Este fue, durante mucho tiempo, considerado como un medio eficaz para obtener importancia y prestigio en la antigua nación; sin embargo, Sócrates inició una escuela de oratoria en los alrededores de Atenas, en la que desarrolló el perfil del hombre inteligente, persuasivo, con altos ideales éticos y alto nivel de sabiduría. En los siglos siguientes el concepto de oratoria se fue ampliando y perfeccionando, llegando, incluso, a influenciar la poesía y la literatura durante la Edad Media.
Actualmente, es posible identificar los tipos de oratoria basándose en la cantidad de oradores que dan el discurso, siendo, así mismo, colectiva o individual. Entre los géneros de oratoria se pueden encontrar diversos, pero los más resaltantes son: el judicial, el político y el demostrativo; todos ellos tienen algo en común: en estos se rechaza lo que el orador considera incorrecto o inmoral y, por otro lado, defiende abiertamente algo provechoso. La diferencia más notoria entre los mismo es que pueden tratar temas que ya han ocurrido (judicial, demostrativo) o, bien, que están próximos a tomar lugar (político).