La Península Ibérica siempre ha estado asociada con el Ebro, Ibēros en griego antiguo y Ibērus o Hibērus en latín. La asociación era tan conocida que apenas era necesario decirlo; Por ejemplo, Ibēria era el país «este lado del Ibērus» en Strabo. Plinio llega a afirmar que los griegos habían llamado «toda España» Hiberia por el río Hiberus. El río aparece en el Tratado de Ebro de 226 aC entre Roma y Cartago, fijando el límite de interés cartagineses en el Ebro. La descripción más completa del tratado, establecida en Appian, utiliza Ibērus. Con referencia a esta frontera, Polybius afirma que el «nombre nativo» es Ibēr, aparentemente la palabra original, despojado de su griego o latín -os o -us terminación.
El rango temprano de estos nativos, que geógrafos e historiadores sitúan desde el sur de España hasta el sur de Francia a lo largo de la costa mediterránea, está marcado por ejemplos de un guión legible que expresa un idioma aún desconocido, llamado «ibérico». Si este era el nombre nativo o fue dado a ellos por los griegos para su residencia en el Ebro sigue siendo desconocido. La credibilidad en Polybius impone ciertas limitaciones a la etimologización: si el lenguaje permanece desconocido, los significados de las palabras, incluyendo Iber, también deben permanecer desconocidos. En el euskera moderno, la palabra ibar significa «valle» o «prado regado», mientras que ibai significa «río», pero no hay pruebas que relacionen la etimología del río Ebro con estos nombres vascos.