En la historia de la literatura se celebran las aventuras de Ulises, Don Quijote, Tom Sayer, Romeo y Julieta o Martín Fierro. Si tomamos como referencia cualquiera de estos personajes, lo que les sucede (las vicisitudes) puede ser afortunado o desafortunado, peligroso o accidental. En otras palabras, las aventuras de los personajes son una mezcla de eventos de todo tipo.
Desde un punto de vista literario, algunos géneros se basan precisamente en la sucesión de eventos de distinta naturaleza, como ocurre en la novela histórica, en las historias románticas, en la novela de aventuras o en las biografías. En otros géneros, las vicisitudes tienen un valor secundario o son inexistentes, como en el ensayo filosófico o la crítica literaria. En resumen, se podría decir que hay vicisitudes cuando se cuenta una historia.
El filósofo griego Aristóteles explica en una de sus obras que la vicisitud es un cambio de suerte: las tragedias se desarrollan de cierta manera hasta que alguna acción de un personaje hace que la felicidad pase a la miseria. Esta modificación es el evento.
Un claro ejemplo de esto se puede encontrar en el trabajo «Antígona» de Sófocles. En este caso, la protagonista, que es quien le da el título a la tragedia, vivirá sus vicisitudes en el momento en que es encarcelada, después de enterrar a su hermano, y está condenada a ser enterrada viva.
Del mismo modo, también existen muchas vicisitudes como las que plantearon en la Grecia Antigua los personajes de obras como «Edipo Rex«. Sin olvidar a los que enfrenta Ulises en «La Odisea».