La palabra proviene del latín “pervertĕre”, que puede ser traducido como “voltear”. Este, en sus comienzos, era de uso casi exclusivo para la psiquiatría clínica clásica, la psicopatología y la naciente sexología. Como se mencionó anteriormente, bajo este término se refugiaban una serie de parafilias o conductas sexuales desviadas, como el fetichismo, la pedofilia, el exhibicionismo, el sadomasoquismo y el voyerismo. Sin embargo, la única teoría psicológica que se mantiene hasta nuestros días es la que propone Sigmund Freud en el psicoanálisis, dispuesta con diversos matices en las diversas escuelas del psicoanálisis. Actualmente, se encuentra desprovista del sentido peyorativo que tanto le caracterizaba.
La perversión puede ser fácilmente relacionada con la decadencia, la locura, la falta de modestia y el descontrol de los deseos más inmediatos del hombre. Las drogas, el sexo, la gula, el desenfreno y la ingesta excesiva de alcohol son indicios de que alguien se está pervirtiendo en cuanto a sus vicios y costumbres.