Este concepto fue utilizado desde los tiempos de la Antigua Roma. Allí, se les otorgaba este título a los magistrados sacerdotales que se encargan de guiar todos los ritos religiosos; se trataba de un nombramiento cargado de honor. Por su parte, el título de Pontifex Maximux era el mayor cargo presente en la religión romana, y estaba reservado para aquellos religiosos que perteneciesen al linaje patricio. A partir del año 254 a.C, estuvo disponible también para los plebeyos. Los pontífices, tiempo después, eran también los hombres que pertenecían a un consejo religioso de alta importancia.
En cierto punto, los Emperadores romanos pasaron a ocupar también el cargo de los Máximo Pontífice. Con el tiempo, y la toma del cristianismo como la religión lícita, el título se volvió anacrónico. El emperador Graciano el Joven renunció a su cargo, por lo que su título quedó en manos del patriarca de Roma: el Papa.