Esta palabra proviene del latín “reliquiae”, vocablo que también da origen a la palabra “reliquia”, que puede traducirse como “los restos de una persona muerta”. Existen una gran cantidad de personas santificadas por la iglesia católica, puesto que en vida llevaron a cabo importantes contribuciones a las bases teológicas e históricas para la iglesia o, bien, practican el altruismo con admirable nobleza. Al ser considerados santos, sus pertenencias, entonces santas igualmente, recibirán un tratamiento delicado; también existen las llamadas reliquias por contacto, aquellos objetos que estuvieron en contacto, por más mínimo, con el santo, y que son considerados sacros.
Los relicarios están destinados a proteger a todos estos objetos, evitando que una persona se atreva a realizar actos profanos con este, además de conservarlo en general. Estos, hacia la Edad Media, empezaron a ser fabricados como piezas de gran e impresionante belleza, por lo que serían apreciados cual obra de arte.