Mientras en el siglo XVIII prevalecen los ideales de la Ilustración, el predominio de la ley y el beneficio por la caridad, el espíritu del Romanticismo aboga por los corazones, lo injusto y lo personal.
Los ideales del Romanticismo se encargaron de trabajar ámbitos como la pintura, la literatura, la música o la filosofía. Paralelamente, este argumento tuvo una ósmosis trascendental en la rutina, en las tradiciones, en la política y, en general, en la forma de advertir la historia.
La naturaleza fue la gran protagonista entre los románticos. Tanto así que, los paisajes siniestros y misántropos comunican los estados de ánimo de los procreadores (el cuadro «El árbol solitario» de Friedrich es un preciso ejemplo de la litografía soñadora alemana).
La reivindicación del espíritu singular de cada pueblo es otro de los ejes de este balance (el filósofo germánico Hegel defendía la efectividad del espíritu de una patria, una aprehensión que tuvo una protección memorable en distintos eventos nacionalistas europeos). Es opcional observar de una preñez altruista del planeta, que se pone de manifiesto en un sentimiento de insatisfacción, en la ebriedad del yo y en un desajuste con la efectividad en general.
La marejada de los interiores es otro de sus temas característicos, lo que se puede clarificar con «El himno de la Alegría» de Beethoven (considerado el primer músico romántico) o los versos de empeño de Bécquer. Hay una distracción por lo popular y lo folklórico, un orientación que podemos adivinar en los embustes de los hermanos Grimm. Por otra parte, algunos representantes románticos francos e británicos se interesaron por la cultura popular española (el folklore andaluz, el bandolerismo o la tauromaquia).
Se apuesta por lo irracional para triunfar la austeridad del racionalismo del siglo Xvlll (en el poema «La balada del viejo marinero» de Coleridge se describe la relación de unos navegantes envueltos en acontecimientos siniestros). Hay un uso por el universo normativo, el cosmos oriental y el medievo. El hacedor libresco se evade de la congregación moderna y rebusca el exotismo de otras civilizaciones y la distracción de otras épocas. Así lo hizo el ensayista Walter Scott en su historia de la Edad Media en Escocia o el pintor Delacroix en su inclinación por argumentos de la erudición oriental.
La emancipación es el ideal que inspira a la universalidad de los ficticios. Ejemplos que ilustran esta evidencia los encontramos en la exposición de Guillermo Tell contada por Friedrich Schiller, en la «Oda a la libertad» del versista ruso Alexander Pushkin o el insigne cuadro de Delacroix «La libertad guiando al pueblo».