Los sacrilegios están divididos en varias categorías, según el blanco de la obscenidad, siendo así: el sacrilegio personal (insultos dirigidos a una persona de oficio religioso, como una monja o un sacerdote, y las funciones que cumple dentro de la iglesia), el sacrilegio local (actos profanos cometidos dentro de un recinto religioso) y el sacrilegio real (en donde se le falta el respeto a ciertos objetos sacros).
Estas prácticas se han venido observando desde tiempos inmemoriales; durante la época del Imperio Romano, cuando se practicaba el derecho romano, el sacrilegio se reducía a los robos de bienes que se considerasen sagrados. Cuando por fin se da comienzo a la Edad Media, con la caída de los remanentes del Imperio, la definición se ensancha. Sin embargo, es preciso tomar en cuenta a riqueza cultural de la que el planeta está provisto; por ello, las acepciones de santo y profano han variado en gran medida a través del tiempo, lo que no permite una evaluación objetiva sobre aquellas circunstancias en las que se está cometiendo un sacrilegio.