Ubicando un ejemplo se podría citar a la religión católica, donde las personas que se desean santificar son declarados como tales única y exclusivamente por la sede mayor de la Iglesia Católica (Vaticano); el candidato a santificación debe cumplir con muchos requisitos para tener dicho privilegio: que se encuentre muerto, que haya poseído en vida un comportamiento a seguir (como para ser un ejemplo para toda la sociedad) y que existen milagros concedidos por este registrados en cualquier parte del mundo, este proceso se conoce entonces como “canonización”.
El proceso lleva ese nombre debido a que todos los santos se encuentran enlistados bajo un documento conocido como “canon”; luego de que se haya completado la canonización sus seguidores poseen libre albedrío para rendirle culto, hacerle ofrendas y dedicarle entonces una fecha a su honor (litúrgica). La canonización se efectúa bajo el poder del Papa que se encuentre en mandato, este se encarga de realizar un análisis final para poder indicar que sí califica como santo al que se debe venerar, donde se incluye: si tuvo acciones heroicas, si pertenecía a la iglesia católica y si fue una persona que por defender su fe sufrió numerosos atropellos, por último que como ya se había mencionado si dentro de su divinidad habría cumplido al menos un milagro alrededor del mundo.
Una característica que unifica a todos los santos es su amor por servir al prójimo sin ninguna distinción, sin mirar si eran cristianos, evangélicos, budistas, musulmanes, satánicos, etc; la mayoría de ellos dejan como enseñanza de que si existe un necesitado se le debe tender la mano sin un pizca de reserva.