En este sentido, este mecanismo le permite al hombre evitar aquellos comportamientos o situaciones que pueden conducir a la satisfacción de sus necesidades en detrimento o esclavización de otros. Esto se puede ver, por ejemplo, en el caso de alguien que decide no pensar en la sexualidad en el entorno laboral, ya que puede traer riesgos dentro del lugar de trabajo, hasta el punto de perder su fuente de empleo.
Por lo tanto, a través de la supresión, la persona ejerce un control específico sobre sí mismo. El poder de supresión puede ser especialmente efectivo en un contexto dado. Por ejemplo, para combatir el pensamiento negativo. En ese caso, la persona puede entrenar el hábito consciente de cambiar un pensamiento negativo por uno positivo que es alternativo y cuyo mensaje es más esperanzador.
Huir de los problemas y temores no los resuelve. De la misma manera, en el caso de sufrir cierto miedo, uno puede practicar el ejercicio de detenerse en el pensamiento, es decir, dejando la mente en blanco para liberar la mente de las preocupaciones y recuperar la energía positiva. Cada ser humano lucha contra sus propios miedos e inseguridades.
Sin embargo, la supresión no es la poción mágica de la felicidad humana porque hay expertos que también señalan los riesgos que pueden tener que dar la espalda a una cierta realidad, ya que esos pensamientos que desea ignorar, a veces pueden surgir con más fuerza todavía. Al igual que con la represión, todo lo que se reprime puede tender a aflorar aún más fuertemente, por ejemplo, en los sueños.
Del mismo modo, se habla de suprimir partes que no son vitales para el desarrollo de una presentación oral, además de la eliminación de ciertos elementos de los textos; El mejor ejemplo de esto se puede ver en las ediciones de ciertos libros, donde se suprimen ciertos capítulos, ya que solo se dedican a abordar cuestiones sobre el medio ambiente y la psicología de los personajes.