Un teólogo definió un concepto o paradoja, el cual indica que si Dios se encuentra en todas partes y su poder es ilimitado no debería existir maldad en la tierra, el nombre de este conflicto se conoce como “paradoja de Epicuro” y permite asociar la ubicuidad de Dios con la omnipotencia; gracias a este pensamiento surgieron dos teorías teológicas que estudian dos formas distintas el poder de Dios: existen los deístas, los cuales afirman que su poder solo se limitó a la creación de la tierra, y por otra parte se encuentran los teístas, estos confían firmemente en la capacidad de Dios para actuar en todos los ámbitos en la vida de los seres humanos. En el cristianismo resuelve la paradoja de Epicuro con la posesión de libre albedrío, los seguidores de esta religión afirman que Dios permite la toma de decisiones propias de todos sus hijos, por lo tanto si existe mal en la tierra es porque la misma humanidad así lo quiso y así lo decidió.
Sin embargo, el término ubicuo no solamente hace una referencia humanizada, de igual forma puede aplicarse a todos aquellos microorganismos que tienen la capacidad o versatilidad de permanecer en diferentes ambientes conservando su estructura única y bien definida, es decir se considera ubicuo a todos los microorganismos que pueden colonizar tierra, agua o inclusive aire. De la misma manera el término se aplica en la zoología, definiendo entonces como organismos ubicuos a todos aquellos que tienen la capacidad de ubicarse en cualquier área geográfica (como por ejemplo: las algas, que se encuentran en todos los mares).