El voto de castidad es forzoso para los integrantes de órdenes religiosas tanto en las mujeres como en los hombres. Sin embargo, este voto autoritario no es solicitado en otras revelaciones cristianas como las de protestantes.
La castidad se enlaza con el control de los sentidos y a su alineación por circunstancias más dominantes. De esta manera se restringe la sexualidad y el derecho a la concepción y a mantener relaciones sexuales que se lleven a cabo fuera del matrimonio. La lujuria y la masturbación son estimadas como ejercicios que rompen con esa integridad.
El voto de castidad corresponde a la lección del evangelio y puede asumir varias formas: el voto puede ser temporal, perpetua o restringirá a la castidad conyugal. En los devotos que están consagrados a dios, el acatamiento del voto de castidad es un sacrificio.
Procediendo con esta reflexión cristiana, la castidad admite enaltecer y santificar el amor que se tiene hacia Dios. Por eso los canónigos y las madres superioras se comprometen a realizar el voto de castidad y a cumplir con el celibato. Esto envuelve a que los hombres y las mujeres que se transforman en ministros santificados no podrán tener ningún tipo de relaciones sexuales.
Cuando la castidad no es una condición seleccionada del individuo, sino un convenio de la cual no consigue desenlazarse sin correr el peligro de disipar su trabajo o de deshonrar su gloria, la violencia llega a un punto inaguantables, y es en momento cuando empiezan a tomar desvíos y errores conllevándolos al acoso y al abuso sexual.