El artista hace el dibujo que se va a reproducir sobre la madera, y luego lo talla siguiendo las líneas del diseño con un instrumento llamado buril o una gubia, dejando en relieve las partes que se van a imprimir, y los espacios intermedios en hueco. Con diferentes tipos de gubias se obtienen distintas texturas en la imagen (una gubia ancha produce un efecto mas amplio y tosco que una fina). Las líneas que quedan en relieve se entintan, posteriormente, al ser prensadas, se trasladan al papel en positivo, quedando así impresas, y los espacios intermedios quedan en blanco. Este tipo de grabado da contrastes duros de blancos y negros, por lo que no es técnica apropiada para producir medias tintas, aunque cuando el artista es suficientemente hábil, puede lograr trazos muy finos.
Este procedimiento puede ser resuelto sobre madera cortada longitudinalmente o paralelo a las fibras del tronco del árbol, y trasversalmente o perpendicular a las fibras con lo que se elimina la veta de la madera, el primero se conoce como grabado “al hilo” y el segundo como grabado “a la testa” (contrafibra). Esta técnica es originaria del lejano Oriente, específicamente de China (siglo VI d.C.). Se puede decir que los chinos y japoneses fueron los maestros que enseñaron la técnica a los artistas occidentales. En Europa del siglo XIV, la xilografía fue empleada primeramente para reproducir dibujos sobre telas, y luego para la fabricación de naipes, calendarios y estampas religiosas.
En 1430 aparecieron los primeros libros impresos por este procedimiento, realizados en Holanda y Alemania. Se trataban de vidas de santos, el arte del bien morir, astronomía, etc. El género que más provecho obtuvo fue la “Biblia de los pobres”, empleada en la predicación y que por estar dirigida a las masas analfabetas otorgaba gran protagonismo a las ilustraciones. La xilografía fue abandona y sustituida posteriormente por la técnica de la calcografía, debido que el grabado en metal presentaba mayor dureza. Actualmente es utilizada solamente como uso artístico.