La clasificación de los analgésicos se basa en los efectos que este supone, es decir, con cuanta intensidad operan. Empieza en los Antinflamatorios no esteroideos, cuya función es inhibir ciertos enzimas que son los móviles para que se produzca el dolor; uno de sus defectos es que si el paciente excede la dosis recomendada, es posible que se genere una hemorragia. Le siguen los opiáceos menores, que imitan el poder de los opioides, pero con una intensidad menor. Después se encuentran los opiáceos mayores, que a su vez se dividen en naturales (opiáceo) y artificiales (opioides), son considerados los analgésicos más potentes conocidos y deprimen el sistema nervioso en las primeras dosis.
Además, se encuentra otro tipo de analgésico llamados fármacos adyuvantes, que no son considerados analgésicos cuando se administran solos, pero que conservan cierto tipo de potencia que eleva la fuerza de acción de otros sedantes. Los más utilizados son los corticoides, los antidepresivos y los anticonvulsionantes. Cabe destacar que, al entrar el uso del placebo, se puede cambiar la manera en que el cerebro percibe el dolor a pesar de no ser un calmante como tal.
La Organización mundial de la Salud (OMS), elaboró en el año 1986 un informe para la revista de Ginebra, Anesthesia & Analgesia, que hablaba sobre el “Alivio del dolor en el cáncer”, en la cual se retrataba el tema entorno una escalera, y en cada escalón se especificaba la intensidad del dolor y su tratamiento. En el primer escalón se encuentra el dolor leve, y el tratamiento eran los no opioides y los coadyuvantes; después, el dolor moderado y como tratamiento los opioides débiles, los no opioides y los coadyuvantes y, por último, el dolor severo, lo que se trata con opioides fuerte, no opioides y coadyuvantes.
Sin embargo, algunos han intentado romper con la tradición del modelo de la escalera, transformándola en un ascensor, el cual tiene 4 botones, en donde se registran los niveles de dolor y su respectiva medicación.
