Hay momentos en que la automotivación surge de forma natural, por ejemplo, suele haber una ilusión notable al comienzo de un nuevo proyecto gracias al efecto producido por la novedad. Sin embargo, hay muchos otros momentos en que la automotivación surge de un deseo real de la razón para alimentar la voluntad y combatir la pereza y el desaliento que muestra el lado opuesto de la automotivación en su forma más extrema: agotamiento crónico o síndrome del trabajador quemado.
La vida es una experiencia que todos experimentamos en primera persona. Debemos asumir la responsabilidad de nuestros éxitos y también de nuestros fracasos. Es decir, la automotivación se conecta con la filosofía de la propia vida. Si ponemos nuestras decisiones en manos de los aplausos de los demás, podemos sentirnos frustrados porque estamos condicionados por el poder de la opinión externa.
La automotivación implica como componentes:
- Orientación al logro: dirección al objetivo.
- Compromiso, con los objetivos establecidos.
- Iniciativa. Disposición para actuar.
- Optimismo. Visión positiva
- Voluntad. La motivación inteligente nos permite persistir en la búsqueda de objetivos y sus logros.
Y existen las razones primarias y secundarias que nos motivan, algunas son las de nacimiento y otras más complejas serían la cultura, el aprendizaje, siempre buscando el equilibrio.
La automotivación no solo tiene que ver con el campo de trabajo o los estudios, sino que también debemos motivarnos en el plano de las relaciones personales. En el comienzo de enamorarse, gracias al efecto mágico producido por la llegada de esa persona especial, todo parece ser un motivo de entusiasmo.
Alguien que no puede entender la importancia de la automotivación y que no la aplica acabará siendo como la gran mayoría de las personas. Es esencial que cualquier persona que busque mejorar, dirigir, gobernar y administrar su vida necesite motivarse y comprender las consecuencias positivas que esto conlleva.
