La flotación cambiaria puede dividirse en flotación limpia y flotación sucia. La flotación limpia, tiene que ver con el estado de la moneda cuyo tipo de cambio, es el resultado del libre juego de la oferta y la demanda, sin que se origine en ningún momento, la participación del banco central de la nación correspondiente.
Por su parte, la flotación sucia, está relacionada con el estado de la moneda cuyo tipo de cambio gira en función de la oferta y la demanda; pero en donde si existe, una intervención del banco central al comprar o vender, a fin de estabilizar la moneda en caso de crisis económicas. Esta es la flotación más frecuente en la mayoría de los casos.
Los sistemas cambiarios flotantes pueden ser beneficiosos al no variar los volúmenes de reserva de los bancos centrales, no se producirán demandas adicionales de reserva, de los organismos financieros internacionales. De igual manera, las variaciones en este tipo de cambio aseguran el equilibrio internacional, originando una despreocupación en la política económica por lograr este objetivo, permitiendo así una mayor independencia en otras líneas de actuación.
Sin embargo, pueden surgir ciertos inconvenientes que pudieran generar temor a la flotación cambiaria, como por ejemplo dificultades en la demanda de exportaciones e importaciones, porque al dejar de variar los tipos de cambio, la incertidumbre acerca del valor de las transacciones es elevada. Por otro lado, la presencia de los especuladores puede hacer variar los tipos de cambio al intervenir en el mercado cambiario. Origina una devaluación de la moneda nacional lo que ocasiona un incremento en los bienes comerciables.
Sin embargo, el sistema cambiario representa un elemento esencial para la economía de cualquier nación y para sus relaciones internacionales, ya que podrá definir las estrategias de negocio y de inversión, que influyen en el producto interno bruto, ya que dependiendo de éstas, el grado de exportaciones e importaciones variará y las inversiones se fortalecerán