Los “odiadores” procuran enviar sus críticas destructivas tanto al objeto de su odio como a las personas que, a diferencia de él, siente simpatía por este. Usualmente, proclaman su idea con respecto a este individuo o colectividad, como la única ideología que puede considerarse correcta. Algunos haters van por el camino del racismo, en el que buscan ofender la cultura, rasgos físicos típicos y la localización geográfica de una nación o igualmente, pueden ensañarse con personas que posean características corporales distintas; estos también hacen blanco de sus burlas a las personas de baja clase social, con pocas posibilidades económicas.
A diferencia de lo que se puede pensar, un hater está al tanto de las actividades que realiza el ente al que dirige su odio. De esta manera, siguiendo su patrón de comportamiento, ideara algún agravio para difamar y destruir la reputación del individuo en cuestión. El odio dirigido a figuras públicas es una práctica que se puede distinguir desde tiempos remotos; aunque, más allá del hecho de no apreciar las obras de los artistas, este aborrecimiento sólo busca destruir, de alguna forma, a la persona o colectividad.