Hasta el siglo XVI durante el renacimiento cuando un modelo matemático mostró un sistema heliocéntrico presentado por el astrónomo católico Nicolás Copérnico a través del libro «De Revolutionibus Orbium Coelestium» marcando la historia de la ciencia y reconociéndose con el nombre de la «Revolución Copernicana». Dicho trabajo fue sustentado con el estudio constante de las órbitas elípticas a través de un telescopio presentado por Galileo Galilei. A través del tiempo con la colaboración de distintos astrónomos como William Herschel, Bessel y muchos otros se concluye que el sol no era el centro del universo, siendo en la década de 1920 cuando Edwin Hubble mostró que formaba parte de un conjunto mucho mayor de lo que parecía como es el caso de la Vía Láctea y que esta pertenecía a un grupo de miles de millones de galaxias más.
Si nos detenemos a observar el cielo, la tierra parece estática, sin embargo luego de siglos de investigaciones se observaron movimiento más complicados que fueron presentados mucho después de las primera teorías, como por ejemplo los puntos de salida del Sol y la Luna cambian en el transcurso del año o que algunas estrellas y planetas desaparecen cada cierto tiempo. Su explicación es que por el movimiento de la tierra ellos sencillamente cambian de lugar, dicho movimiento es conocido como «retrogradación de los planetas».
Fue a partir de estos movimientos las teorías fueron más estudiadas y entendidas elaborando mejores descripciones como el caso del «Sistema Ptolemaico» el cual calculaba las posiciones de los planetas hasta cierto grado de exactitud, sin embargo, Ptolomeo rechazo en su momento la rotación de la tierra por considerarla absurda pues el se imagina el movimiento de la tierra a causa de grandes viento por lo cual le parecia ridiculo. El heliocentrismo, fue una de las teorías más fuertes en su época, incluso revocando muchas otras que permanecieron durante siglos e incluso siendo defendidas por distintas religiones.
