Además de cumplir la función de bloquear o evitar la conversión de la angiotensina I en angiotensina II, el lisinopril ayuda a dilatar los vasos sanguíneos, reduciendo así la presión arterial y favoreciendo la función principal del corazón, que consiste en hacer llegar la sangre al resto del cuerpo.
En combinación con otros medicamentos, el lisinopril puede prolongar la supervivencia de una persona que ha sido afectada por un ataque al corazón.
En ese sentido, el lisinopril puede además de tratar la hipertensión y la insuficiencia cardiaca, también sirve para el tratamiento del infarto de miocardio y la prevención de complicaciones retinales y renales que se producen mayormente en los pacientes con diabetes.
Las propiedades farmacodinámicas que posee este fármaco son muy similares a las de otros IECA. Sin embargo, se diferencia de ellos debido a que no corresponde a un profármaco, sino que es un activo y debido a que a diferencia de enalapril y el captopril, éste tiene un inicio de su efecto antihipertensivo más lento y una duración más prolongada, por lo que debe ser utilizado con una dosis única al día.
El lisinopril, como la mayoría de los medicamentos posee contraindicaciones. En el caso de quien es alérgico o hipersensible a su principio activo o a cualquier otro IECA, puede causar hinchazón de los labios, cara, lengua u otro lugar del cuerpo, siendo grave cuando este síntoma ataca a las cuerdas vocales. También puede producir una crisis asmática, respiración rápida, dificultad para respirar o respiración con silbidos, picazón, urticaria, erupción cutánea y hasta un shock anafiláctico, que puede provocar la pérdida del conocimiento.
Tampoco es recomendable que una persona que tenga algún familiar que sea alérgico a los IECA, que sufra de angioedema por herencia, que haya sufrido una reacción alérgica ante a algún medicamento sin razón alguna, que esté embarazado o amamantando a su hijo, ingiera lisinopril.
