La placenta se forma a partir de las mismas células que se originan en el óvulo y el espermatozoide, las cuales dieron paso a la formación del feto y como se mencionó anteriormente presenta dos superficies, cuya principal función es la de mantener equilibrado los niveles de sangre que le corresponden tanto al feto como a la madre.
En el caso de los seres humanos, la placenta se forma a partir de la segunda semana luego de la fecundación y a medida que avanzan las semanas, ella irá adquiriendo su forma discoidal final, que por lo general es durante el tercer mes de gestación, sin embargo la placenta puede presentar pequeños cambios durante el resto del proceso hasta el parto. El feto por otro lado se encuentra enlazado a la placenta gracias al cordón umbilical, siendo éste el responsable del traslado de la sangre desoxigenada desde el feto hacia la placenta y luego hasta la madre y luego sea enviada la sangre con los nutrientes y el oxígeno hacia el feto. Es importante señalar que este intercambio sanguíneo es muy riguroso y selectivo, ya que solo sustancias determinadas podrán atravesar y las mismas no se combinan con la sangre ni del feto ni de la madre.