Este fármaco forma parte de los llamados tratamientos biológicos, desarrollados para combatir distintas enfermedades.
El remicade inhibe una sustancia química llamada factor alfa, de la necrosis del tumor, esta sustancia es la responsable de accionar la inflamación en distintas partes del cuerpo, de igual manera induce la muerte celular de linfocitos que se encuentran activados de manera anormal. Este medicamento es suministrado en los hospitales a través de una inyección intravenosa muy lenta (su administración puede durar entre 2 y 3 horas); la periodicidad de su aplicación es variable, por lo general, al principio se aplican unas dos o tres dosis agrupadas y luego la medicación se mantiene cada 8 semanas; es importante destacar que este fármaco se utiliza muy frecuente en aquellos pacientes que no respondieron a otros tratamientos previos o simplemente no llegaron a tolerarlos.
Este medicamento es muy fuerte, por lo que debe aplicarse bajo supervisión médica. Por lo tanto, es recomendable que antes de utilizar remicade le notifique a su especialista si tiene historial de tuberculosis, si padece de diabetes, afecciones cardíacas, esclerosis múltiples o si es portador del virus de la hepatitis B y C que pudiera agravarse con el tratamiento.
Algunos de los efectos secundarios que surgen al aplicar este fármaco son: aumento en el riesgo de padecer de sinusitis, resfriados, bronquitis, infecciones urinarias, etc. En los casos más graves se puede presentar dificultad para respirar, tragar, baja presión arterial, hinchazón en la cara, manos, pies, hemorragia, fiebre, alteraciones en la visión. Si la persona llegase a presentar los síntomas antes mencionados, lo más recomendable es que se lo notifique de manera inmediata a su especialista.
Remicade no puede administrarse durante el embarazo o cuando se sospeche de él. Las mujeres y los hombres en edad fértil deben utilizar un método anticonceptivo adecuado durante el tratamiento.