El virus VIH destruye a los linfocitos T ayudadores en el organismo, cuya función es estimular la respuesta inmune. Por eso se dice que el Sida no mata directamente a sus víctimas, pero conforme la población de linfocitos T ayudadores disminuya, el paciente es cada vez más susceptible a otras enfermedades, debido a que no existe protección del cuerpo a las infecciones o microorganismos invasores.
Muchas de las infecciones, tanto comunes como raras, que ocurren debido a la pérdida de inmunidad, pueden tratarse con éxito. Sin embargo, la mayoría de los pacientes empeoran progresivamente con creciente pérdida de peso y debilidad, y finalmente mueran a causa de infecciones sucesivas.
El VIH se transmite por contacto sexual tanto entre heterosexuales como homosexuales y bisexuales por medio de intercambio directo de fluidos vaginales o esperma; contacto con sangre contaminada, y transmisión prenatal, cuando una madre seropositivo lo trasmite al hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia.
Hay tratamientos que atenúan pero no curan el Sida, se orientan a combatir el virus, las infecciones y cánceres secundarios. Actualmente se está trabajando en el desarrollo de vacunas, se cuenta con una droga denominada AZT (azidotimidina), que inhibe la reproducción viral, aunque es muy toxica y con frecuencia causa anemia y granulocitopenia, ésta puede prolongar la vida del paciente por algunos meses e inclusive años.
Como prevención de esta enfermedad mortal se tiene el uso de preservativo o condón, hombres y mujeres deben evitar tener relaciones íntimas con muchas personas, no compartir el uso de jeringas o agujas y evitar su reutilización, y por último e importante realizar campañas de información y educación sobre el SIDA por los medios de comunicación.