Se trata de vegetación riparia, es decir, que depende fundamentalmente de la humedad del suelo. Por ello, la vegetación de la ribera asume como factor primordial condicionante la mayor o menor cercanía y altura con relación al cauce del río. Esto no quiere decir que sea completamente autónomo de los factores climáticos precipitación y temperatura, pero le afecta en menor grado que a otros tipos de selva que necesitan de las zonas climática
Las selvas de ribera son esenciales para la moderación ecológica, ya que ofrecen resguardo para las aguas y el suelo, reduciendo las precipitaciones y las fuerzas de las aguas que llegan a ríos, lagos y represas, conservando la calidad del agua y reprimiendo el acceso de agente contaminantes al medio acuático. Crean, además, comisionistas que ayudan a la conservar la biodiversidad; proveen alimento y refugio para los animales; construyendo muros naturales contra la expansión de plagas y enfermedades de la agricultura; y, durante su desarrollo, se empapan y establecen dióxido de carbono, uno de los gases más importantes y responsables de los cambios climáticos que perturban al planeta.
Entre las amenazas que existe para la subsistencia de estas selvas se puede sustituir con cultivos agrícolas y forestales, la redirección de los trechos sobre los que se asientan, la reconstrucción de infraestructuras hidráulicas y la profanación por especies invasoras. La vegetación de ribera se conecta con la variación del medio fluvial convierte las variaciones de estos métodos en graves problemas para la conservación de las superficies y variedad de los sotos.
Por otra parte, el correcto crecimiento vegetal de ribera demanda el trabajo de un razonamiento unificado que acceda caracterizar con uniformidad las distintas comunidades riparias, de manera que se apruebe la caracterización de tramos de ríos con un alto valor ecológico, y que permite la elección correcta de especies vegetales para la salvación de ríos y riberas degradadas.