La práctica de registrar cada uno de los nacimientos proviene de la Edad Media, cuando en las Iglesias se apuntaban los datos de todos los niños bautizados, en lo que se llamó “partida de bautismo”. Esto, aunque sólo tomaba en cuenta a los niños católicos, fue el comienzo de una nueva imposición, en donde los niños debían ser presentados ante un organismo administrativo, independientemente de su religión.
Con un certificado de nacimiento, que entrega el hospital, en donde se comprueba el nacimiento, se puede iniciar el registro. Cabe destacar que, en algunos centros sanitarios, existe un área en donde un representante del registro toma los datos, eliminando la obligación de trasladarse hasta el organismo. Una vez expedida el acta, el registro civil conservará el documento original, mientras que a los ahora representantes legales del niño se les hace entrega de una copia. A partir de ese momento, será un ciudadano de la nación en la que haya ocurrido el alumbramiento; en el futuro, la persona necesitará de la partida de nacimiento para realizar trámites de todo tipo, como la inscripción en el sistema educativo o el acceso a programas del Estado.