Los vinos de Bordeaux (o los vinos de Burdeos), son mundialmente conocidos por los amantes del vino. Fue a partir de este que se le dio prestigio a la industria del vino en Europa y, además, se formuló la expresión “el vino mejora con el paso de los años”. Los grandes ejemplares del Bordeaux eran tánicos, ácidos y astringentes; por esto, los que tenían el placer de ser dueños de una botella, los guardaban, durante años, para que el sabor del líquido fuese “perfecto”. Actualmente, los vinos son añejados dentro de las fábricas, para que al distribuirlos, el consumidor pueda deleitarse de inmediato e, incluso, han sido clasificados según su crianza, siendo: vinos jóvenes (son consumidos sin añejar), vinos de crianza (resguardados hasta por 5 años), vinos de “reserva” (son añejados de 5 a 10 años) y los vinos “gran reserva” (con 10, 15 o más años).
El whisky, o whiskey, es una bebida alcohólica, producto de la mezcla de agua con diferentes cereales, como la cebada, el maíz, el trigo y el centeno (llamada destilación), que se deja fermentar por, al menos, 2 años. Es originario de los pueblos gaélicos, en donde, según escritos del año 1405, era destilado por monjes. Tradicionalmente, este se deja añejar en barriles de madera de roble blanco, con períodos de tiempo que varían, según el tipo de whisky y el país en el que se produce.
El queso, un subproducto lácteo, ha sido producido por cientos de años. Por esta razón, los tipos y métodos de producción han variado con el paso del tiempo; sin embargo, estos son producto de los ingredientes y la acción que tienen las bacterias al descomponer y acidificar los constituyentes de la mezcla. Los quesos añejos más conocidos son: el queso azul, producto de una mezcla de leche con hongos, que le da las características líneas azules; además, se encuentran los quesos olorosos, Limburger, Vieux-Boulogne y Epoisses de Bourgogne, que tienen un olor y sabor muy suave.