En ese sentido, un arquetipo puede moldear conductas y hasta modos de pensar, ya que el entorno busca la imitación o la semejanza a lo que se muestra como idóneo.
De este principio, se desprende el significado que se le ha dado al arquetipo en la psicología, denominado arquetipo junguiano, por su creador Carl Gustav Jung, quien aseguró que todos los seres vivos poseemos un inconsciente colectivo, que se diferencia del personal, el cual es heredado y se encuentra en la estructura cerebral, influyendo en la formación de la manera de ser de cada individuo. En otras palabras expuso que los seres se actúan y perciben las cosas de acuerdo a la herencia cultural y social. Algunos tipos de arquetipos expuestos por Jung son: el ánima y ánimus, la sombra, el héroe, la madre, el padre, el sabio, la persona y el trickster.
Además de la psicología, hay muchas otras ciencias y disciplinas que le han dado uso al término.
Para la filosofía, el arquetipo tiene un significado similar al desarrollado en la psicología y lo definen como aquellos pensamientos que son compartidos de manera de manera colectiva y resultan ser universales, de modo que el accionar y pensamiento individual surge de los arquetipos, que permiten clasificar y ordenar el mundo.
Para la biología, el término tomó mucha importancia durante el siglo XIX y principios del siglo XX, en esta ciencia el arquetipo representa aquella especie primitiva u originaria de la cual se desprende la diversidad orgánica, es decir, aquella especie ideal de la cual se derivan todas las especies de un mismo filo.
En la cibernética el término empezó a ser utilizado gracias a la introducción dada por Peter Senge, quien definió arquetipo como aquellas estructuras genéricas o generales del pensamiento de las persona, en aquellas situaciones de comportamiento organizacional.