Esta palabra proviene del latín “concupiscentia”, que puede ser traducido como “deseo ardiente”; la raíz de esta palabra es también aquella que da vida a la palabra “codicia”, uno de los aspectos que es condenado dentro de la tradición cristiana. Este tema, desde los inicios de la Iglesia Católica, supuso un punto algo obsesivo para las más importantes autoridades; esto, normalmente, era para mantener puros a los corderos que siguieran la doctrina religiosa. A esto se le suma las ocasiones en las que en las Sagradas Escrituras se menciona que el hombre debe siempre estar en el lado del bien; venciendo a la serpiente. Este es, también, el recordatorio de que la especie humana es siempre propensa a pecar, como consecuencia del pecado original.
Se distinguen dos tipos de concupiscencia: la actual, aquella en la que los deseos son desordenadas o descontrolados y la habitual, la propensión a experimentar esa clase de deseos. De esta forma, no sólo se puede distinguir entre lo ya mencionado, sino también entre los deseos e impulsos.