Desde otro punto de vista, el epílogo también puede referirse a notas adicionales que no pertenecen a los principales eventos narrados en el trabajo, pero que pueden colaborar mucho con su comprensión. Un libro que analiza una parte de la historia de un país, podría incluir en su epílogo eventos que ocurrieron en otras partes del continente o del mundo y que podrían haber influido de alguna manera en la situación de ese país; Además, sirven para guiar al lector si no tiene conocimiento previo sobre el país en cuestión, a fin de establecer analogías con la era de la que está hablando. Este tipo de anexo nos permite enmarcar la situación histórica de ese país y colaborar con la comprensión del texto a gran escala.
El epílogo de un libro o una obra literaria determina los últimos acontecimientos de la historia contada. Todos los hechos que terminan la intriga estarán presentes en él. Es la parte del texto que describe el destino de los personajes que componen la trama. En el epílogo también se pueden revelar hechos que complementan el significado de la acción.
En una obra de teatro, el epílogo es la última escena, la última conversación o el último acto que cierra la acción.
El epílogo es el opuesto al prólogo, que se define como la parte que precede a una historia. En el prólogo, se cuentan todos los eventos que ocurren antes de la narración principal. Por lo tanto, el prólogo es la parte inicial del evento.
En la antigüedad, el epílogo se utilizó para producir el efecto que se espera en los teatros actuales, de los sainetes, que se representan después de una tragedia o drama, como para calmar las impresiones violentas que la pieza ha excitado. Era una clase de descanso que se ofrecía a la actividad de imaginación y sentimiento.
En narratología (ciencia que estudia las diversas partes de una narrativa), el epílogo debe cumplir una serie de condiciones para ser considerado como tal; dependen del tipo de trabajo que se haya desarrollado y de los objetivos que se logren con él. Sin embargo, el punto fundamental que no debe perderse ningún epílogo es su calidad de conclusivo y totalizador. Esto no significa que una persona pueda conocer la trama del trabajo simplemente leyendo el epílogo, sino que los puntos fundamentales del trabajo deben estar presentes en esta parte. Además, el autor puede utilizar este último capítulo para explicar aquellas cosas que a primera vista no han sido concluyentes.